Allan Sekula. Shipwreck and Workers |
Es necesario un naufragio para que caigamos en
la cuenta de toda una circulación de mercancías, dinero y poder en estratos que
nunca vemos, caso de las plataformas marítimas, los aeropuertos o fronteras, los
accesos a las grandes fuentes energéticas y de recursos vitales, los centros de
poder empresarial y financiero. Todos ellos constituyen puntos en los que se
realizan transacciones económicas y políticas de alto nivel, lugares en que se
concentra buena parte de una capacidad de decisión a la que nunca tendríamos
acceso. Podríamos hablar de la existencia de fenómenos invisibles, susceptibles
de ser trazados en mapas con líneas de soporte físico y
determinante, pero de apariencia inmaterial a nuestros ojos.
Hay una invisibilidad que
funciona sin nuestra presencia, superpuesta a nuestra vida cotidiana y sólo cruzada
con nosotros en momentos y espacios en que sobreviene algún tipo de accidente, fricción,
arruga o colapso, desmontaje de estructuras o pliegue a la espera de limpieza,
mientras todo el proceso continúa su curso. Esta visión aérea muestra la
plantilla que estructura de hecho todo un conjunto de relaciones que supera de
lejos la propia estructura de ciudades, países y territorios geográficos. La
invisibilidad de estos circuitos no es, por tanto, ni mucho menos
independiente, sino que traza relaciones en nuestra vida y nos condiciona,
determina, constituye y, en último extremo, desplaza. Sólo nos encontramos cara
a cara con ella en los nudos críticos antes mencionados; el resto del tiempo
tenemos esos circuitos en la espalda, por así decirlo.
Dibujo en instalación de Andreas Siekmann |
Las consecuencias de todo
esto son evidentes en el mundo de la vida, del trabajo, en los accesos a
materias o bienes básicos como la salud, el agua, la energía e incluso el aire
que respiramos. De modo que su constitución no está sujeta a una gran
posibilidad de resistencia explícita, puesto que por tamaño y por
performatividad nos empuja como un rodillo. Es paradójico, por ello, pensar en su
posible sincronía con un concepto del mundo caracterizado por intercambios
sociales, simbólicos o microeconómicos, pues éstos se pueden dar sólo en un
espacio bidireccional y político que en nuestra época resulta interior al
universo aéreo de circuitos invisibles. Tal espacio de intercambio pertenece
más bien al estrato interior de este universo, a una especie de invernadero y
de micromundo contenido entre los anillos del universo globalizado, y donde se
dan unas relaciones de resistencia implícita y el desarrollo de un mundo vivo en
cautividad que funcionan según unas posibilidades casi estrictamente materiales.
Andreas Siekmann |
Los activistas políticos
contemporáneos y muchos artistas han dejado a un lado el viejo proceso
representativo y simbólico que armaba a la sociedad con recursos de
contradiscurso, guerrilla representativa y herramientas de liberación
existencial, y buscan hoy con todos sus esfuerzos encontrar los puntos en que
se producen las fricciones y donde pueda hacerse visible aquello que parece no
poder verse, para poder articular en la medida de lo posible un ejercicio de
resistencia que rearticule o bloquee los desplazamientos y en alguna medida
contenga sus consecuencias. Es una lucha más física que representativa. Y esto
parece conseguirse en algún caso, aunque casi siempre sólo en un ejercicio
descriptivo que aporta el conocimiento de los movimientos de redes y de muchos
de sus circuitos, y en algún caso los escenifica, pero finalmente sufre de
hecho los propios desplazamientos resultantes.
El activismo, a pesar incluso de las redes sociales de internet, es también víctima de la exclusión del intercambio comunicativo y simbólico, de la marginación social, la vigilancia y la puesta en cuestión por los otros, de la eliminación de ayudas o la colaboración con instituciones, del silencio. Sus desplazamientos son idénticos en escala a los de la expulsión del territorio, las migraciones, los campamentos de refugiados, las poblaciones fuera del mundo laboral y del trabajo, la exclusión de la salud y de la educación, el desalojo de la vivienda, entre otros. En todos estos casos, el mundo de facto parece resuelto, y un ejemplo de ello es el mecanismo de los gobiernos y de las grandes corporaciones económicas ante la actual crisis mundial, que no dejan de demostrar unos efectos cada día más visibles sólo a posteriori y en los cuales sus movimientos, sobre todo estructurales, legislativos y legales, cada día son más inamovibles, innacesibles e invisibles. No parece claro que la crisis sea una mera vuelta al mundo de los intercambios directos con la fuerza de trabajo, o al resurgimiento de la guerrilla simbólica, es decir, el regreso del circuito invisible a su centro terrenal. Más bien parece un nuevo estrangulamiento suicida de su estilo cableado.
Sandra Balsells |
El activismo, a pesar incluso de las redes sociales de internet, es también víctima de la exclusión del intercambio comunicativo y simbólico, de la marginación social, la vigilancia y la puesta en cuestión por los otros, de la eliminación de ayudas o la colaboración con instituciones, del silencio. Sus desplazamientos son idénticos en escala a los de la expulsión del territorio, las migraciones, los campamentos de refugiados, las poblaciones fuera del mundo laboral y del trabajo, la exclusión de la salud y de la educación, el desalojo de la vivienda, entre otros. En todos estos casos, el mundo de facto parece resuelto, y un ejemplo de ello es el mecanismo de los gobiernos y de las grandes corporaciones económicas ante la actual crisis mundial, que no dejan de demostrar unos efectos cada día más visibles sólo a posteriori y en los cuales sus movimientos, sobre todo estructurales, legislativos y legales, cada día son más inamovibles, innacesibles e invisibles. No parece claro que la crisis sea una mera vuelta al mundo de los intercambios directos con la fuerza de trabajo, o al resurgimiento de la guerrilla simbólica, es decir, el regreso del circuito invisible a su centro terrenal. Más bien parece un nuevo estrangulamiento suicida de su estilo cableado.
Resta por saber si con el
activismo de la visibilidad, de las redes y de la descripción se pueden
confeccionar resistencias hábiles, y cual es el papel del individuo y de la
sociedad articulada en la confección y en la aplicación de las cuñas que pueden
con él introducirse, al menos en el cruce, los pliegues y el terreno interior
de los grandes desplazamientos que nos enmarcan. No queda nada clara la
respuesta final que puede dar la sociedad, ni desde el punto de vista de la
conciencia de todo un ejército de nuevos supuestos emprendedores, de nuevos
aprendices de empresario y de nuevos intermediarios, clientes o trabajadores
salvados por el momento, ni por supuesto desde el punto de vista de una
sociedad cada vez más pauperizada, desarticulada, desescolarizada, aculturizada
y expuesta a futuros problemas de salud, alimentación y vivienda. La actividad,
no obstante, no puede parar, sigue siendo necesario poder visualizar aquello
que condiciona nuestra vida cotidiana, nuestro presente y nuestro futuro, al
menos mientras el baile continúe.
Andreas Siekmann |
Andreas Siekmann |
Así mismo, puede destacarse el trabajo de Krzysztof
Wodiczko, que ofrece una instalación muy vistosa sobre el nuevo régimen social
del miedo a partir de una célebre frase que circuló en Nueva York después del
11-S: «Si ves algo, comunícalo»; en este caso, la invisibilidad interiorizada acoge
un dispositivo de autovigilancia que detecta por instantes a todo aquel que tienda
a ser visible o roce con la estructura de circulación, de modo que sea
finalmente excluido e invisibilizado y todo vuelva a la oscuridad inicial.
Krzysztof Wodiczko |
Por su parte, Sandra Balsells da visibilidad fotográfica
a todo un universo alejado del conocimiento común del ciudadano medio, el
ámbito de esos nuevos ejecutivos, formados en grandes instituciones privadas de
negocios, que hoy toman decisiones relevantes y funcionan con una mirada superficial,
esquemática, fría, aséptica e impersonal del mundo de las relaciones sociales y
personales que los sustenta. Un mundo de invisibles que forman su propia red
aislada y limpia de toda interacción con la sociedad en general. Y en un
espacio central de la exposición, Allan Sekula contrasta las invisibilidades de
la sociedad y del poder y retrata y pone rostro a oficios que están a punto de
extinguirse en distintos puntos del planeta, trabajos que destacan por su
permanencia en la historia humana y que no podríamos imaginar fuera del mundo,
ni siquiera en un mundo gobernado hipotéticamente por transacciones
inmateriales. Marineros, herreros, mineros, enterradores y vendimiadores
ejemplifican las consecuencias de los cambios económicos en las personas, pero
también el hecho de su permanencia y su entidad como puntos de fricción
calientes en el circuito frío de las relaciones inmateriales que no vemos.
Allan Sekula |
Estas imágenes de rostros humanos se confrontan con
la vieja tradición de la escultura moderna, asociada al mismo tiempo al
obsoleto modelo de industria pesada, con obras de Richard Serra, Jorge Oteiza y
Eduardo Chillida, Sergi Aguilar, Jaume Plensa y Susana Solano, entre otros, un
trabajo escultórico que se centra en la materia y en las condiciones que la
hacen posible, y que, lejos de mostrarse aislado como monolito y modelo de
intercambio simbólico, aparece agrupado y acumulado en un conjunto que simula
haber sido desplazado hacia un rincón del circuito, fuera de los verdaderos
procesos de transacción, que no de intercambio, contemporáneos. Finalmente, la
reflexión en torno a los viejos y nuevos sistemas de producción también está
presente en los trabajos fílmicos de Nestor Basterretxea, Marcelo Expósito y
Falke Pisano, así como en Marc Pataut. Son artistas que reflexionan sobre el
enriquecimiento, el paisaje industrial y la desaparición de los conflictos
obreros.
La exposición continúa y el próximo día 7 se amplía con
la inauguración del resto de la muestra Episodios críticos (1957-2011). Colección MACBA, en este caso con obras que contextualizan los antecedentes de la
crisis sistémica global, los temas de la construcción del sujeto en entornos de
desorden, el narcisismo y el fetichismo, y la reflexión sobre el eterno
problema de la representación individual y el trabajo colectivo.
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