Una de las cuestiones más difíciles del arte contemporáneo, derivada de su relación con la autonomía, reside en algo tan simple como el montaje y desmontaje de las instalaciones: su límite, su continuidad, su permanencia fuera de la acción en vivo, lejos de su puesta en escena, lejos del lugar en el que se ubicaron. ¿Nos seguirán hablando sus piezas embaladas y apiladas en almacenes, o quedarán sometidas a un opaco silencio que las desarticule? ¿Volverán a decirnos algo fuera de su actual emplazamiento? ¿Lo harán o quedarán engullidas en su arquitectura inicial? He aquí la importancia por parte del artista contemporáneo de contemplar ese aspecto, más allá de la cresta del impacto de su primera exhibición, o de su primera oleada. Antes de la expansión de las instalaciones, el arte hacía gala de la portabilidad, aunque de paso complicara su resistencia ante el fetichismo y la masificación, y redujera claramente sus posibilidades de fundirse con el espectador, con la vida ...
Nueva época de ESTÉTICA EN TIEMPO DE edición EN TIEMPO DE ESTÉTICA