¿Qué hace a un lector dejar abandonado un libro, pasar de puntillas por una estantería o mirar con incredulidad una librería o una biblioteca? Seguro que es el sonido de fondo de la sociedad, pero sobre todo -o al menos es lo que creo como ingenuo- planea la propia impotencia del lector ante ese objeto llamado libro y que resulta a menudo impenetrable, ajeno a su vida, monótono y cada vez más apartado en el rincón de cosas viejas de un almacén. Es cierto que las editoriales están haciendo cambios sustanciales en la calidad de sus publicaciones, ediciones reducidas, bien presentadas, producidas y distribuidas, como también es cierto que las bibliotecas y los docentes se esfuerzan en difundir la lectura de maneras destacables. Sin embargo, siempre quedará pendiente el punto de motivación autónomo del lector, atraído por la lectura como algo inserto en su propia vida. Tarea difícil, pero reto motivador... Desde luego, no parece poco importante el pap