La palabra huésped muestra una gran riqueza y extensión: del latín hosti (‘peregrino’, ‘extranjero’), alcanza el inglés ghost (‘fantasma’) y el alemán gast (‘invitado’), todos ellos seres en tránsito que invocan la relación con las puertas (ostium) de la ciudad, el recinto. Desde siempre, a los ojos de la ciudad, se ha temido a los visitantes, considerados hostiles, pero también se les ha esperado como amigos liberadores, como gentes con las que intercambiar los regalos de su modesto equipaje cultural, las bondades de extramuros que transportan con ellos.
Hosti tiene hoy la rica ambivalencia de quien nos puede proporcionar una cultura potencialmente renovadora, externa a nuestro domus o domicilio (lugar de dominio, dóminus, recinto de doma y domesticación), y compensar su amenaza a la ciudad con un regalo que nos salve de nuestras propias amenazas intramuros, sentidas en nuestra propia casa, en nosotros mismos. De hecho, estar sometido a un hábito, a un habitar, es lo opuesto a vivir una morada, más relacionada con el éthos, con la ética, actitud que plantea una continúa reflexión sobre el saber vivir y sobre las buenas relaciones y costumbres, sobre la creación, el hacer habitable, poético, un lugar.
La propia palabra hostal tiene que ver, finalmente, con los términos hospital u hospicio, lugares consagrados al cuidado de seres frágiles y debilitados. Si damos un paso más, podemos enlazar hostal con hospedería, como institución que acoge a pasajeros en tránsito. La hospitalidad intelectual ha sido decisiva en la integración cultural de todos los países del mundo. En la Edad Media, los juglares y poetas eran emisarios culturales en sus viajes de corte en corte, recibidos a menudo en posadas, en fondas o en hostales. En la Modernidad, la idea de comunidad universal se formó en el tránsito de todo tipo de personas, incluidos intelectuales, artistas, científicos, comerciantes, etc., y el propio siglo XX forjó su solución de continuidad gracias a la hospitalidad en el tránsito (muy a menudo forzado por el horror) de los éxodos de multitudes, entre continentes y países.
Hoy, a pesar de que las fronteras "parecen" desdibujarse, todos somos un poco extraños, incluso en nuestra propia tierra. Hasta el punto de que la hospitalidad se ha convertido en un mero trámite que tiende a desaparecer. Incluso a pesar de que nuestro crecimiento, para dejar de ser extraños, necesita de la hospitalidad de quienes nos rodean. Hablar de hospitalidad es hablar de saber vivir el espacio y de convertir el espacio en un arte de relación. Por eso, en las grandes moradas pervive el rescoldo de la estética, de la creación, el pensamiento, la escritura, el arte..., enredados con la ética.
He visitado ya varias veces un bonito lugar en el corazón de Barcelona, llamado Arthostal, un rincón en el que se cultiva la creación y la hospitalidad. Con vocación de intercambio entre ciudadanos en tránsito de todo el mundo, con ilusión por la creación de cultura. Y a pesar de ser yo un poco nómada, y de no encontrarme cómodo en ningún asiento, en todas esas ocasiones he tenido la sensación de que me llevaba algo más que un recuerdo. Que me invitaba a volver. Es posible que ahí resida la diferencia en nuestros tránsitos actuales. Hay pocos lugares que pervivan sin dejarnos un recuerdo de indiferencia, rechazo o una huella confusa. He querido abrir esta nueva sección del blog con la noticia de este modesto lugar de encuentros, en el que espero que continúe habiendo muchos intercambios y se siga cultivando el arte de la hospitalidad, tan necesario en nuestros tiempos rápidos, volátiles y sectarios, llenos de bisagras de indiferencia.
ARTHOSTAL
c/Basses de Sant Pere, 10, bajos
Barcelona
http://www.arthostal.com/inde_esp.htm
Como visitante asiduo de la Galería Arthostal y también como organizador de actividades en tan acogedor lugar, agradezco mucho estas palabras, que me parecen merecidísimas. Krassimir y Sasha, los generosos anfitriones de Arthostal, no sólo ofrecen ese espacio para la celebración de actividades culturales, sino que hospedan habitualmente, sin ningún ánimo de lucro, a artistas extranjeros, muchos de ellos procedentes del este de Europa, y les ofrecen las paredes de su galería para que expongan su obra. Esa forma de mecenazgo (algo tan escaso en nuestros días) también merece ser conocido y reconocido. Celebro que este blog rinda homenaje a tan meritoria labor.
ResponderEliminarAlbert Lázaro-Tinaut
CASA DE L'EST
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