Os rogaría que me permitierais una pequeña reflexión como entrada inaugural de esta bitácora.
Personalmente, creo que una de las virtudes de cualquier espacio de diálogo consiste en algo muy sencillo: el sano disfrute de conversar e intercambiar ideas o contrastarlas. Y no necesariamente de hacer gala de propiedades culturales o de conocimientos y dominios, de ofrecer sus derechos de uso a los demás o de regalar tesoros hiperactuales en un alarde extremo de renovación. Ni siquiera de hacer comparaciones exclusivas entre las ideas propias y las ajenas.
La crítica debe sumar en todas las direcciones del debate, nunca restar o dejar en la cuneta a los interlocutores. Las ideas o las impresiones, entre otras cualidades humanas, no son como cromos que se puedan intercambiar o simplemente rechazar. «Sí, no, no, sí..., lo tengo, me falta...». Sirven más bien para depositarse en el interlocutor y continuar y crecer en él.
Para ser honesto, creo que lo más rico de una discusión es lo que cada uno de los participantes pueda extraer como experiencia (para su reflexión actual o para seguir reflexionando a continuación; tanto en la vida personal como para el archivo de la humanidad). Y eso es necesario hacerlo sin denostar, por supuesto, lo que las versiones opuestas a la nuestra puedan aportar a la ampliación de conocimiento del tema. Si queremos lograr nuestro objetivo, debemos librarnos del «Yo tengo la mejor razón», pues el error consiste en pensar que las verdades son únicas y que están a nuestro alcance para poder disponer de ellas como si fueran objetos de nuestra propiedad.
Afortunadamente, sólo podemos hacer uso de las verdades, y no apropiarnos de ellas, y como herramientas o utensilios, pueden servirnos en una circunstancia y pueden no servirnos en otra. El mundo gira. El mundo es anterior a la racionalización del mundo. Y la lengua gira. La lengua es anterior a la racionalización de la lengua, no lo olvidemos. Ambos están vivos, espero que por mucho tiempo. Me gustaría que me permitierais recordaros una entrada básica de diccionario que a veces parece tender al olvido (la fuente es [¡horror!] la santa RAE):
diálogo (Del lat. dialŏgus, y este del gr. διάλογος).
1. m. Plática entre dos o más personas, que alternativamente manifiestan sus ideas o afectos. [...]
3. m. Discusión o trato en busca de avenencia.
~ de besugos
1. m. coloq. Conversación sin coherencia lógica.
~ de sordos
1. m. Conversación en la que los interlocutores no se prestan atención.
Quienes valoramos la edición, el diálogo y la estética no podemos olvidar que debemos ser críticos precisos y hábiles artesanos, y no arrebatados artistas o dogmáticos ensimismados. De nada nos serviría ser candidatos al Olimpo de la lengua, del pensamiento o del arte en un mundo real, con tanto trabajo por hacer... Mejor es ser modesto, y siempre debatir. Ojalá que cuando las emociones nos arrastren fuera de ella, nuestros interlocutores nos corrijan.
Errarum humanum est (sólo es real lo que surge en el diálogo, o al menos esto sería una inexactitud deseosa de ser compartida).
Bienvenidos a esta bitácora de edición y estética.
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